Primer misterio:
La oración y agonía de Jesús en el huerto de Getsemaní

Dispón, como hizo el divino Redentor, tus labios y bebe aún con él las negras aguas del Cedrón. Concéntrate continuamente y toda tu vida quede escondida en Jesús y con Jesús en el huerto de Getsemaní, en el silencio, es decir, en la meditación y de la oración.
No te asusten la oscuridad de la noche de la humillación y de la soledad, y el aumento de las mortificaciones. La persecución de los mundanos y de todos los que no viven del espíritu de Jesucristo no te disuadan en recorrer ese camino que han recorrido los santos.
P. Pío – Epistolario II p.471

Segundo misterio:
La flagelación de Jesús.

El infinito amor en la inmensidad de su fuerza ha conquistado finalmente la dureza de mi alma, y me veo anulado y reducido a la impotencia.
Él va derramando todo en la pequeña cabeza de esta criatura, que sufre un martirio indecible y se siente incapaz de llevar el peso de este amor inmenso.
Mi alma se va desliendo de dolor y de amor, de amargura y de dulzura al mismo tiempo. ¿Cómo haré para mantener la inmensa obra del Altísimo?
Lo tengo en mí. Pero me veo incapaz de sostener el peso de este amor infinito.
P. Pío – Epistolario I p.1111

Tercer misterio:
La coronación de espinas de Nuestro Señor.

¡Cuántas ofensas recibe Jesús por los hombres!. Siento que se me congela la sangre cuando considero tanto amor de Jesús tan mal correspondido. Se diría que Jesús no haya amado nunca viendo el odio que los hombre sienten por Él. Cuántas veces levanto la voz al Padre Celeste que por la mansedumbre de Él y por la reverencia que se le debe a esta adorable Persona o que dé fin al mundo o dé fin a la iniquidad.
A mí no me basta el alma para suplicar a este Celeste Padre que quite de este mundo al Hijo amado para sustraerlo de tantos ultrajes. ¿Qué sería de los hombres si Jesús no estuviera entre ellos?
P. Pío – Epistolario I p.414

Cuarto misterio:
Jesús con la cruz a cuestas.

Para llegar a conseguir nuestro último fin es necesario seguir al jefe divino, que no suele conducir al alma elegida por el camino distinto al que él sigue; es decir el de la abnegación y la cruz: «Si alguno quiere venir detrás de mí, que renuncie a sí mismo, cargue con su cruz y me siga».
Para llegar al puerto de la salvación, nos dice el Espíritu Santo, las almas de los elegidos deben pasar y purificarse en el fuego de las humillaciones dolorosas, como el oro y la plata en el crisol, y de esta forma se libran de las expiaciones en la otra vida.
P. Pío – Epistolario II p.155

Quinto misterio:
Crucifixión y muerte de Nuestro Señor Jesucristo.

Tú exclamas como él, en la cruz: ¿Dios mío, por qué me has abandonado? Pero reflexiona, ya que la humanidad sufrida de Nuestro Señor nunca fue abandonada de verdad por la divinidad. Padeció, sí, todos los efectos del abandono divino: pero nunca fue abandonada. Así es para las almas que aman el sufrimiento de Jesús y que lo han elegido como su porción. Sufren todo, también la prueba del abandono: pero Dios está con ellos siempre. Por lo tanto estés seguro que Jesús está contigo.
P. Pío – Epistolario IV p.504

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