“Sabes cual es el milagro más grande de san Francisco? Que al cabo de 700 año aún quede algún cristiano que quiera hacerse fraile”. (P. Pío)

Sirva esta frase para introducir este tema, que no es ningún estudio sobre el tema de las relaciones paterno-filiales, en la vida espiritual. Parece una frase sin mayor importancia, pero no hay que juzgarla así. El padre Pío, con el humor que le caracterizaba, dibujó de forma socarrona pero real, que la paternidad espiritual iniciada por san Francisco de Asís, tiene siete siglos de existencia, camino de ocho.

Este artículo, son sólo unos brochazos gordos de mal pintor, que en honor a la verdad, no lo hago porque la iniciativa sea mía, sino que en “virtud de santa obediencia”, como se dice en la jerga religiosa, una persona a la que guardo un afecto espiritual grande, me lo ha pedido. Bien sabe, quien me solicitó este artículo, que ni soy el más indicado ni quien mejor lo hago. Pero por la amistad espiritual, doy gusto a su encomienda.

Cada uno de nosotros, tenemos unos determinados padres, que tienen nombre y apellido concretos. Incluso una inmensidad de los lectores de este artículo, gracias a Dios, podemos poner cara a cada uno de nuestros padres. Sin lugar a dudas, la paternidad es un don del cielo, y quienes han sido bendecidos con ella, se hacen en nuestro mundo, reflejo de la paternidad divina.

De la misma forma que existe la paternidad biológica, en la historia de la Iglesia siempre ha existido la paternidad espiritual, podemos remontarnos a los albores del cristianismo, un buen exponente de la misma es san Pablo. Él mismo lo reconoce en alguno de sus escritos.

Un ejemplo de este ser padre espiritual, en los primeros siglos del cristianismo, pero fuera de la época apostólica, es el caso de san Antonio[1], al que se le da el título de abad. A pesar de ser eremita, por opción personal, él mismo se retiró al desierto para dedicarse a una vida de penitencia, oración y mortificación. Sin embargo, hubo gente que fue en su búsqueda para pedirle consejos, de tal forma que sin él pretenderlo, formó una corriente de espiritualidad; debido a esto se le agregó el calificativo de “abad”, que significa padre. Como él, a lo largo de la historia de la Iglesia, hay infinidad de casos, entre ellos se pueden contabilizar a muchos de los fundadores de Ordenes religiosas, v.gr. san Benito, San Francisco, Santo Domingo, san Ignacio,… y un largo etcétera. No en vano, muchos de los religiosos de estas Órdenes, siguen llamando, aún hoy, a cada uno de sus fundadores, nuestro padre santo Domingo, nuestro padre san Benito, o nuestro padre san Francisco.

Quienes entran a formar parte de esas órdenes se convierten en hijos “espirituales” de estas eminentes figuras religiosas. Estos egregios santos han sabido trazar con su vida y enseñanzas unas estelas espirituales peculiares. Todas ellas tienen como denominador común, el seguimiento y vivencia de la persona de Jesucristo. Pero han sabido imprimir unos rasgos espirituales bien determinados que han hecho que surjan las distintas corrientes de espiritualidad, que nunca hay que entenderlas en contraposición las unas con las otras, sino en complementariedad. Cada una acentúa rasgos concretos de la inmensa riqueza que es la persona de Jesucristo.

            En el devenir de la historia de la Iglesia, muchísimos son los hombres y mujeres que se han sentido atraídos por estas espiritualidades y se han enrolado en las diferentes Órdenes, y encarnando en sus existencias las “reglas” o “constituciones” han alcanzado la santidad.

A quien esta página se encarga de dar a conocer o divulgar su vida y espiritualidad, es hijo del Poverello de Asís, de hecho fue bautizado con el mismo nombre del padre seráfico, Francisco, su apellido es Forggione, para nosotros es más familiar tratarle como Pío, al ser el nombre que se le impone por parte de la familia franciscana al entregarle el hábito religioso de dicha Orden.

 En el alma de aquel niño deja una huella indeleble la imagen de fray Camilo, a quien siempre recordará con mucho cariño y reconocerá que él está en el origen de su vocación. En la espiritualidad de nuestro padre san Francisco, él se consagrará al seguimiento radical de Jesucristo, y en la vivencia fiel de la regla franciscana hallará el mejor apoyo para llegar a la santidad.

En torno a la figura del padre Pío, se desarrolla una corriente de espiritualidad particular, que por otro lado él nunca negará. Un grupo de personas que sintiéndose atraídos por la figura del fraile del monte Gárgano, se sienten “hijos espirituales”. Con ellos se reunirá frecuentemente, y les hará un seguimiento tanto grupal como personal, todo con el fin de ayudarles a vivir santamente su vocación bautismal. Ese grupo de personas, no sólo hemos de circunscribirlas al momento histórico en que vivió el padre Pío, sino que después de su muerte (“haré mas ruido muerto que vivo”), se siguen sintiendo atraídos por su vida y enseñanzas, y quieren ser hijos espirituales del mismo. Sienten al padre como un referente espiritual en su vida cristiana, una encarnación concreta y sumamente atrayente del evangelio, y le tienen como el santo de su especial devoción.

            En julio de 1916 el padre Pío ya contaba con un pequeño grupo de hijos espirituales, en un principio eran sobre todo mujeres, estas mujeres nos cuentan que empezó a formarlas a partir de las conferencias, el padre Pío las trataba como si fueran miembros de su familia.

Una de estas hijas espirituales era Nina Campanile, ella menciona a las doce primeras hijas espirituales.

Leyendo la vida del padre Pío, lo tenemos muy fácil, porque sabemos lo que él pedía a quiénes lo elegían como su padre espiritual. Él a sus hijos espirituales les exige que vivan cinco puntos[2]:

1.- Confesión semanal: “La confesión es el baño del alma. Tienes que ir al menos una vez a la semana. No quiero que las almas se mantengan alejadas de la confesión más de una semana”.

2.- Comunión diaria: “Es muy cierto, no somos dignos de tal regalo. Sin embargo, acercarse al Santísimo Sacramento en estado de pecado mortal es una cosa, y considerarse indigno es otra muy distinta”.

3.- Examen de conciencia cada noche: “…cada comerciante experimentado en este mundo no sólo mantiene un seguimiento durante todo el día de si ha perdido o ganado en cada venta. Sino que por la noche, él hace la contabilidad del día para determinar lo que debe hacer al día siguiente. Es indispensable hacer un riguroso examen de conciencia, breve pero lúcido, todas las noches”.

4.- Lectura espiritual diaria: “El daño que viene a las almas de la falta de lectura de libros sagrados me hace estremecer”.

5.-  Oración mental dos veces al día: “La meditación es un medio para llegar a Dios, no es un objetivo en sí mismo. La meditación tiene como objetivo el amor de Dios y al prójimo”.

Creo que este pequeño artículo, puede servir para que se dé un paso más en muchos de los lectores de esta página. Una forma de demostrar la devoción y amor al padre Pío, es hacernos hijos espirituales suyos. La receta para serlo, nos la brinda él mismo con estos sencillos que acaban de ser mencionados, la vivencia de estos nos ayudará en el progreso de la vida cristiana, que alcanza su cénit en la santidad.

Oración para hacerse hijo espiritual del padre Pío.

Querido padre Pío, recordando tu promesa a nuestro Padre amado de velar por tus hijos espirituales: <<Cuando muera pediré al Señor que me haga descansar a las puertas del paraíso y no entraré hasta que no haya entrado el último de mis hijos espirituales>>, te pido me aceptes como tu hijo espiritual e intercedas por mis oraciones y necesidades ante el Trono del Altísimo por amor a su Unigénito Jesucristo.


[1] Su festividad se celebra el 17 de enero.

[2] www.web.tekton.info.