Fue en abril de 1948 cuando, un recién ordenado sacerdote, decidió ir a San Giovanni Rotondo a conocer al Padre Pío. “Fui a San Giovanni Rotondo para ver al Padre Pío, participar de su misa y si resultaba posible, confesarme con él”. Este joven sacerdote de 28 años era polaco y se llamaba Karol Wojtyla.

Este primer encuentro entre el recién ordenado sacerdote y el fraile de los estigmas fue el más importante para Karol. Así lo reflejó años después en una carta que envió de su puño y letra, escrita en polaco, al padre guardián del convento de San Giovanni Rotondo: “Hablé con él en persona e intercambié algunas palabras, fue mi primer encuentro con él y lo considero el más importante”.

En aquel encuentro Karol pudo ver en las manos del fraile capuchino, mientras celebraba la Eucaristía, sus estigmas tapados por una costra negra y fue algo que se le grabó en la mente para siempre: “En el altar de San Giovanni Rotondo se cumplía el sacrificio del mismo Cristo, y durante la confesión, el Padre Pío ofrecía un discernimiento claro y sencillo, dirigiéndose al penitente con gran amor”.

En ese primer encuentro, además, el joven sacerdote se interesó por las llagas del Padre Pío: “La única pregunta que le hice fue qué llaga le producía más dolor. Yo estaba convencido de que era la del corazón, pero Padre Pío me sorprendió mucho cuando me dijo: `No, la que más me duele es la de la espalda, la que tengo en el lado derecho´”. Karol se quedó sorprendido, de esta llaga nadie sabía nada.

Pasaron los años y el joven sacerdote se convirtió en arzobispo de Cracovia. Convencido de que la oración del Padre Pío tenía un poder especial ante Dios, decidió escribirle para pedirle ayuda. En esa carta manuscrita en latín, fechada el 17 de noviembre de 1962, Karol Wojtyla le pedía a Padre Pío lo siguiente: “Venerable Padre, te ruego que eleves a Dios una oración por una madre de cuatro hijas, que tiene 40 años y vive en Cracovia, en Polonia. Durante la última guerra pasó cinco años en un campo de concentración de Alemania. Está en gravísimo peligro de perder la vida a causa de un cáncer. Ruega para que Dios, por la intercesión de la Santísima Virgen, le muestre su misericordia a ella y a su familia. En Cristo obligadísimo, Karol Wojtyla”.

Esta carta le llegó al Padre Pío a través de Angelo Battisti, funcionario de la Secretaría de Estado del Vaticano y administrador de la `Casa Alivio del Sufrimiento´. Cuenta el propio Battisti que, al llegar al convento, encontró al Padre Pío en su celda, en oración. Le entregó la carta y fue el propio fraile quien le pidió que la leyera. Cuando Battisti finalizó, Padre Pío guardó unos minutos de silencio y exclamó: “¡A este no le puedo decir que no!”, y añadió: “Angelo, guarda esta carta porque un día será importante”.

Once días después, el 28 de noviembre de 1962, Angelo Battisti presentó otra carta al Padre Pío, y él le pidió que la leyera en voz alta. La carta decía: “Venerable Padre, la mujer que vive en Cracovia, en Polonia, madre de 4 niñas, el día 21 de noviembre antes de la operación quirúrgica se curó repentinamente. Damos gracias a Dios y también a ti venerado padre. Expreso mi sincero agradecimiento en nombre de la señora, de su marido y de toda la familia. En Cristo, Karol Wojtyla, Obispo Capitular de Cracovia”.

Una vez más, Padre Pío dijo a Angelo Battisti que guardara la carta porque sería importante en un futuro. Sin embargo, no sería ésta la última relación epistolar que el futuro Papa Juan Pablo II tendría con el fraile del Gárgano.

La mujer curada por intercesión del Padre Pío y por la que Karol Wojtyla había pedido oración se llamaba Wanda Półtawska. Ella estuvo en un campo de concentración en Auschwitz, donde la dieron por muerta y arrojaron su cadáver junto a otros, que estaban preparados para ser incinerados. Alguien se dio cuenta de que aún estaba viva y logró sacarla de ahí. Ella se salvó y volvió a Cracovia, pero volvió con una crisis espiritual muy grande. Entonces Karol Wojtyla se convirtió en su director espiritual y la ayudó en su camino para recuperar la fe. Así se hicieron amigos.

Karol Wojtyla la casó, bautizó a sus hijos y se convirtió en el sacerdote amigo de la familia. Años después, cuando Karol le contó que su curación del cáncer había sido gracias a la intercesión del Padre Pío, Wanda no quiso darle demasiada importancia, pensó que habían sido los médicos los autores de su curación. Sin embargo, años más tarde, decidió viajar a San Giovanni Rotondo para conocer al Padre Pío. Lo esperó entre la multitud y lo vio acercarse hacia ella, él la miró fijamente y sin haber mediado palabra antes, la señaló con el dedo y le dijo: “Y tú, ¿ahora estás bien?”. Ella estupefacta en ese momento, se dio cuenta de que realmente Padre Pío había tenido algo que ver en su curación. Desde entonces, siempre señaló este momento como el momento de su conversión.

El futuro Juan Pablo II volvió a San Giovanni Rotondo en dos ocasiones más. La primera, siendo cardenal de Cracovia, en 1974 y la segunda proclamado ya Papa, en 1987. En estos dos viajes visitó los restos mortales de Padre Pío y rezó arrodillado junto a la tumba del fraile capuchino.

El 2 de mayo de 1999 Juan Pablo II beatificó al fraile estigmatizado, y el 16 de junio de 2002 lo proclamó Santo.

En la homilía de su santificación, el propio Juan Pablo II, como devoto del fraile capuchino que era, recitó la oración compuesta por él expresamente para Padre Pío:

“Humilde y amado Padre Pío: enséñanos también a nosotros, te lo pedimos, la humildad de corazón, para ser considerados entre los pequeños del Evangelio, a los que el Padre ha prometido revelar los misterios de su Reino. Ayúdanos a rezar sin cansarnos jamás, con la certeza de que Dios conoce lo que necesitamos antes de que se lo pidamos. Alcánzanos una mirada de fe capaz de reconocer prontamente en los pobres y en los que sufren el rostro mismo de Jesús. Sostennos en la hora de la lucha y de la prueba, y si caemos, haz que experimentemos la alegría del sacramento del perdón. Transmítenos tu tierna devoción a María, Madre de Jesús y Madre nuestra. Acompáñanos en la peregrinación terrena hacía la patria feliz, a donde esperamos llegar también nosotros para contemplar eternamente la gloria del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo”.

Visita de Karol Wojtyla a San Giovanni Rotondo:

Visita de San Juan Pablo II a la tumba del Padre Pío:

Escrito por: MCI