La humildad del Padre Pío era capaz de unir con sencillez la convencida conciencia de no ser nada y de su grandeza.
El Padre Agostino, estaba en la habitación, tumbado sobre la cama y con dolores. Al regresar de las confesiones, el Padre Pío se detuvo sobre la puerta de la celda para saludarlo y bromeando dijo: «¡Eh! ¿Qué haces en la cama? ¡Levántate!»
El Padre Agostino, enfurecido gritó: «¡Padre Pío basta ya! ¡No tienes piedad de un pobre enfermo!«
El Padre, pálido, permaneció mudo, con los ojos bajos. Después: «Hermano mío, ¿cómo te sientes?«, dijo. Y al momento, con la cabeza inclinada, se fue a su celda.
Testimonio sacado del libro de Pierino Galeone: «Padre Pío, mi padre».
Es l HUMILDAD de un GEANDE