Primer misterio:
La resurrección de Nuestro Señor Jesucristo
De la misma manera que Jesucristo ha resucitado inmortal a la vida de la gloria, así, en el decir de San Pablo, debemos también nosotros resurgir inmortales a la vida de la gracia, con el firme propósito de no querer nunca más, en el porvenir, someternos a la muerte espiritual del alma.
Es de verdad a la vida de gracia que hemos resucitado, y por su naturaleza es a la vida de gloria que Cristo ha resucitado: con la sola divergencia que, si Cristo no puede morir a su vida de gloria, es fruto de bienaventurada necesidad; y si nosotros no morimos más a la vida de gracia, debe ser mérito de elección y de nuestro estudio contante.
P. Pío – Epistolario IV p.962
Segundo misterio:
Ascensión de Jesús al cielo.
El infinito amor en la inmensidad de su fuerza ha conquistado Querían las reglas de una rigurosa justicia que Cristo, resucitado, subiera enseguida glorioso a la derecha del Padre para participar del eterno gozo, el cual se había propuesto para sostener la asperísima muerte de cruz.
Y, sin embargo, nosotros bien sabemos que, por espacio de cuarenta días, quiso aparecer resucitado. Es verdad, ¡El Señor ha resucitado y se apareció…!
¿Y porqué? Para establecer, como dice San León, con tan excelso misterio todas las máximas de la nueva fe suya. Creyó, entonces, no haber hecho lo suficiente por nuestra edificación si, después de haber resucitado, no hubiese aparecido.
Digo esto por nuestra edificación, porque no es suficiente para nosotros, resucitar a imitación de Cristo, si, a su imagen, no nos mostramos resucitados, cambiados y renovados en el espíritu.
P. Pío – Epistolario IV p.962-963
Tercer misterio:
El Espíritu Santo desciende sobre María y los apóstoles.
Deja que el Espíritu Santo obre en ti. Abandónate a todas sus transportaciones y no temas. Él es tan sabio, suave y discreto como para causar sólo el bien.
P. Pío – Epistolario II p.64
Toda alma debe aprender a dejarse manipular, acepillar y alisar por el divino Espíritu, en cuanto actúa en nuestras almas también como médico, para que, siendo bien alisadas y allanadas, ellas puedan unirse y juntarse a la voluntad de Dios.
P. Pío – Epistolario III p.300
Cuarto misterio:
Asunción de María Santísima al cielo.
El amor divino ha alcanzado en el corazón de María la mayor intensidad, de manera que ya no podía estar cerrado en una criatura mortal.
Por tanto el alma bienaventurada de María, como una paloma a la cual se han roto los lazos, se soltó de su santo cuerpo y voló en el seno de su Amado.
Pero Jesús que reinaba en el cielo con la humanidad santísima que había tomado de las entrañas de la Virgen, quiso que también su Madre no sólo con el alma, sino incluso con el cuerpo se reuniera con Él y compartiera plenamente su gloria.
Y esto era bien justo y debido. Aquel cuerpo que ni por un instante había sido esclavo del demonio y del pecado no tenía que serlo ni siquiera de la corrupción.
P. Pío – Epistolario IV p.1125
Quinto misterio:
La coronación de la Virgen María como Reina y Madre de todo lo creado.
Las puertas eternas se abren, y la madre de Dios entra. Apenas la ven los beatos, sorprendidos por su hermosura, salen todos a su encuentro, la saludan y la honran con los títulos más significativos, se postran a sus pies y le dan preciosos regalos, la proclaman al unísono Reina.
P. Pío – Epistolario IV p.1126
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