DÍA 2

Oración al Señor por intercesión de San Pío de Pietrelcina

Oh Dios, que a San Pío de Pietrelcina, sacerdote capuchino, le has concedido el insigne privilegio de participar, de modo admirable, de la pasión de tu Hijo: concédeme, por su intercesión, la gracia de… que ardientemente deseo; y otórgame, sobre todo, que yo me conforme a la muerte de Jesús para alcanzar después la gloria de la resurrección.

Gloria al Padre, Gloria al Hijo, Gloria al Espíritu Santo, como era en un principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén (3 veces)

La Eucaristía y el P. Pío

            El Padre Pío vivía realmente en su carne y en su alma los Misterios que celebraba en el altar. La teología católica nos enseña que la Misa es la renovación incruenta del sacrificio de Cristo. En una de sus oraciones solemnes, la Iglesia dice que <<cada vez que renovamos la celebración de ese sacrificio, operamos la obra de nuestra salvación>>.

El padre Agostino recuerda en su Diario el problema que planteaba la Misa demasiado larga, según las autoridades romanas, del Padre Pío. El 6 de octubre de 1937, escribe: <<Hemos examinado la duración de la Misa. Por ejemplo, en el ofertorio del cáliz permanece con el cáliz elevado varios minutos. En la consagración, tarda mucho tiempo en pronunciar las palabras sagradas. En la genuflexión, se queda como clavado. En los dos mementos tarda mucho tiempo, … A todo esto, el Padre Pío me ha respondido que no lo hace a propósito, se siente como clavado, sujeto por una fuerza misteriosa>>[1].

Reflexión: ¿Amas la misa? ¿Ocupa un lugar importante en tu vida cristiana? ¿Te preparas y agradeces convenientemente la santa Misa? Si comulgas, ¿sabes a quién recibes, cómo lo recibes?

Oración compuesta por San Juan Pablo II

Enséñanos, te rogamos, la humildad de corazón para estar entre los pequeños del Evangelio a quienes el Padre prometió revelar los misterios de Su Reino.

Danos una mirada de fe capaz de reconocer inmediatamente en los pobres y en los que sufren el mismo rostro de Jesús.

Sostennos en la hora del combate y de la prueba y, si caemos, haznos experimentar la alegría del sacramento del perdón.

Transmítenos la tierna devoción hacia María, madre de Jesús y nuestra.

Acompáñanos en la peregrinación terrenal hacia la Patria celestial, a donde esperamos llegar también nosotros para contemplar por toda la eternidad la Gloria del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.

Amén


[1] Texto citado por Jean Derobert, o.c., pp.717-718.