En el año 2011 comencé un viaje con mi familia (mi marido y los 5 hijos que tenía entonces). Este viaje lo iniciamos a modo de agradecimiento por el milagro que sucedió con mi hijo. Teníamos en mente diferentes lugares religiosos, y entre ellos no podía faltar San Giovanni Rotondo. Yo tenía una intención importante, que era que el Padre Pío me confirmase que iba a ser su hija espiritual, porque ese era mi deseo.

Fui por todo San Giovanni Rotondo, la iglesia antigua, la iglesia moderna, el confesionario donde el Padre Pío confesaba, su celda, el coro… Esperando una señal del Padre Pío, pero no llegaba.

Acabé recorriendo todos los lugares, esperando la deseada confirmación, pero se resistía. Finalmente salí del convento y sin rendirme, dije en mi interior: «No me pienso mover de aquí hasta que me des una señal”. Mientras tanto mi marido me miraba extrañado, preguntándome lo que ocurría, porque era la hora de comer y los niños tenían hambre. A todo esto, yo no podía decirle lo que estaba sucediendo. En ese momento se abrió la ventana que solía abrir el Padre Pío para saludar a sus devotos con un pañuelo blanco. Lo curioso es que en ella apareció ¡un mantel blanco enorme! ¡Lo estaban sacando y agitando justo en ese mismo momento!

Seguramente sería un mantel que estarían limpiando las migas después de haber comido, pero no tengo dudas de que esa era la señal que estaba esperando en ese momento. El Padre Pío siempre ayuda y contesta, pero se hace de rogar. También queda claro que el Padre Pío tiene un gran sentido del humor, como dicen todos los que tuvieron contacto personal con él. Ahora soy su hija espiritual y él es mi padre espiritual.