Me llamo Clemente, tengo 48 años, y durante mucho tiempo le di la espalda completamente a Dios pues vivía mi vida totalmente alejado de Él. Estuve muchos años metido de lleno en la New Age, construyendo una espiritualidad a mi medida y pensando única y exclusivamente en mí mismo. A pesar de encontrarme en un camino de desarrollo y crecimiento personal, cada vez me sentía más desorientado, más desilusionado y más infeliz. Sentía un vacío dentro de mi corazón que no podía ser llenado con nada. La tristeza se hacía cada día más grande y más intensa, y no había nada que me proporcionase una paz y una alegría duradera. Cuanto más buscaba la felicidad, ésta más se alejaba y más infeliz me sentía. Así que un día, harto ya de tanto desasosiego, me volví hacia Dios y me rendí ante Él. Le pedí que cogiese las riendas de mi vida, le dije que me daba por rendido, que me abandonaba a Él, que era mi última esperanza y que yo no tenía más fuerzas para seguir luchando por mí mismo. Desde aquel día, mi vida fue cambiando gradualmente. Nunca había tenido ningún tipo de experiencia mística ni nada por el estilo, pero empezaron a suceder muchas cosas sorprendentes, de las cuales sólo voy a relatar las que tienen que ver con el Padre Pío.
Resulta que al poco tiempo de rendirme ante Dios y pedirle que Él se ocupase de mi vida, me encontraba de viaje en Colombia pues me habían invitado a impartir un curso en una universidad. Un día, al bajarme del autobús tras volver de una excursión, hice una cosa que nunca debe de hacerse, y es tratar de cruzar la carretera por delante del autobús del que me acababa de bajar sin esperar a que éste se marchara. Me asomé por detrás del autobús para ver si venía algún coche por ese carril, y tras asegurarme de que no venía ninguno, me dispuse a coger carrerilla para salir corriendo y poder cruzar la carretera lo más rápidamente posible, pues era una vía de dos carriles en cada dirección. Así que en el momento en que creí que no venía ningún coche, fui a salir corriendo por delante del autobús, pero justo en el momento en que me disponía a cruzar corriendo la carretera, sentí como una mano me cogía del hombro y me lanzaba hacia atrás, mientras delante de mí pasaba un todoterreno de color negro a una gran velocidad que no sabía de dónde había salido. Si hubiese cruzado en ese momento, probablemente ese coche me habría matado, porque la velocidad a la que iba era bastante considerable. Me quedé totalmente petrificado y asustado, pero al mismo tiempo sorprendido porque estaba totalmente seguro de que algo o alguien me había detenido lanzándome hacia atrás justo en el momento en que me disponía a cruzar la carretera.
Después de este suceso, fui experimentando poco a poco un proceso de conversión en el que se iban sucediendo más sucesos extraordinarios, por llamarlos de alguna manera. Más tarde conocí la figura del padre Pío a través de una serie de vídeos que fui encontrando en internet, y me quedé fascinado con lo que iba descubriendo sobre su vida. Fue algo adictivo, ya que cuantos más vídeos veía del Padre Pío, más ganas tenía de seguir conociendo y profundizando en aquel hombre que hasta hace poco tiempo era un total desconocido para mí. Me compré también varios libros que hablaban de su vida, de sus dones y de sus milagros. Un día iba en un autobús hacia un retiro de Emaús en Córdoba, y mientras leía uno de estos libros en los que se hablaba del don de bilocación que tenía el Padre Pío y del olor a santidad que emanaba de él (un olor a rosas y a violetas muy característico según narran las personas que lo conocieron), de repente me vino una imagen de un fraile tirando de mí hacia atrás aquel día que iba a cruzar delante del autobús en Colombia. Como soy una persona muy racional, rápidamente deseché esa idea de ser salvado por el Padre Pío, y pensé que mi mente estaba construyendo esa imagen para sentirme importante y especial por el hecho de ser salvado por él. Al día siguiente, y una vez ya en el retiro, sucedió que de repente empecé a sentir un olor extraordinario, era un olor y una fragancia que no había olido en mi vida y que me encantaba y me hacía sentir muy bien. Se da la circunstancia de que soy alérgico a los perfumes, colonias, ambientadores, productos de limpieza, etc., por lo que mi primera reacción al sentir el olor fue tratar de taparme la nariz, pero era un olor tan agradable que me encantaba disfrutar de él, y para mi sorpresa, no me picaba ni escocía la garganta como me sucede con los olores de los productos químicos. Al día siguiente, durante la tarde en la que terminaba el retiro, sucedió lo mismo y volví a sentir ese olor tan maravilloso y embriagador, y nuevamente para mi sorpresa, no sentí ninguna molestia ni malestar en la garganta. En ambas ocasiones, la experiencia duró un minuto aproximadamente, y tras ese minuto dejé de oler aquella maravillosa fragancia. Pero lo más sorprendente de todo, es que a la vuelta del retiro paré en Granada para dormir en casa de mi madre y poder continuar así al día siguiente para Almería, pues ya era muy tarde y me encontraba bastante cansado. Pues bien, nada más meterme en la cama para disponerme a dormir, volví a sentir esa maravillosa fragancia que había olido dos veces durante el retiro en Córdoba. Tan sólo duró un minuto aproximadamente, pero no puedo describir con palabras las maravillosas sensaciones que experimenté durante ese pequeño instante. Quería que esa fragancia tan hermosa no se fuese nunca de mi lado, quería poder olerla continuamente, pero de repente y al igual que sucedió las dos veces durante el retiro en Córdoba, dejé de olerlo transcurrido un minuto aproximadamente. Y en ese preciso instante, sentí dentro de mí la absoluta certeza de que era el Padre Pío quien había dejado esa maravillosa fragancia como una forma de decirme que aquella imagen de un fraile tirando de mí hacia atrás cuando iba a cruzar la carretera en Colombia, no era una invención de mi mente. La mente puede construir e imaginar cosas que no son reales, pero no es capaz de construir y de inventar un olor que no está presente (por lo menos mi mente no es capaz de hacerlo). Si puedo oler a naranja, por ejemplo, es porque necesariamente tiene que haber algo cerca de mí que huela a naranja, pero yo no puedo imaginar ni crear mentalmente dicho olor. Desde entonces no he vuelto a sentir nunca más esa maravillosa fragancia, pero realmente no es necesario porque sé que el Padre Pío permanece junto a mí todos los días de mi vida. Sé que fue él quien tiró de mí hacia atrás aquel día que traté de cruzar delante del autobús en Colombia. Sé que me cuida, que me protege y que me guía por el buen camino. Sé que está a mi lado y que me acompaña a cada instante. Y sé que esto no es un invento ni un delirio de mi mente, sé que todo lo que experimenté fue real, y me da igual lo que las personas puedan pensar de mí. Pero sobre todo sé y tengo la certeza, de que Dios está esperando a que le abramos las puertas de nuestra alma y de nuestro corazón, que está esperando a que regresamos a Él como hijos suyos que somos, y que lejos de echarnos nada en cara, nos recibirá con las brazos abiertos para reconfortarnos y abrazarnos con su amor paternal. Y sé de primera mano, que solamente Dios puede llenar nuestro vacío existencial y saciar completamente nuestra sed, pues mientras no volvamos y nos dirijamos a Él, nuestras vidas seguirán vacías y carentes de sentido. Gracias Padre Pío por acompañarme en este camino de regreso al Padre que tanto nos ama y que tanto nos quiere. Gracias por interceder por mí ante Dios Nuestro Señor para permitirme recibir este regalo de fe y de conversión que hoy día es el motor de mi vida y que da sentido a mi existencia. Gracias y mil veces gracias querido y amado Padre Pío.
Maravillosas anedoctas vividas junto al Padre Pío. Bendito sea Nuestro Señor. Y feliz de ellos el existir y el experimentar grandes sucesos junto a un hombre como él!! Amén!!
Dios es grande….gracia Padre Pio por su gran intersecion por este hijo suyo….
DIOS MIO BAJO INTERSECION DEL PADRE PIO VEN EN MI AUXILIO QUE TANTO TE NECESITO….TEN PIEDAD DE MI SEÑOR JESUS…DAME TU AYUDA
Maravilloso testimonio Clemente.
Eres una prueba fehaciente de que cuando alguien llama a las puertas de Dios, es recibido con los brazos abiertos, a ti además de darte un ángel de la guarda el día en que naciste, te ha puesto un padrino inmejorable a tus 48 años, nada menos que el Padre Pío.
Que Dios te bendiga