“Le dije al padre Pío que me regalara una rosa blanca, y me la regaló”

En julio de 2011, cuando cumplí 18 años, falleció mi padre. Y, a pesar de ser mayor de edad, sentí que necesitaba un padre. En septiembre de ese mismo año fue cuando conocí al padre Pío. A través de una foto, que uno de mis contactos subió a facebook, pude ver a este fraile capuchino. Y recuerdo que me llamó especialmente la atención que existiera una fotografía en color de un santo, tanto me impresionó que decidí investigar quién era y busqué todo tipo de información en Google.

Me quedé maravillada de su historia, pero sobre todo del amor que tenía a sus hijos espirituales. Entonces decidí rezar su novena. Y recuerdo que el primer día que la recé le pedí que me concediera ser su hija espiritual, y le dije que si me aceptaba como tal me lo hiciera ver regalándome una rosa blanca.

Mi madre acostumbraba a comprar flores para poner en casa, pero nunca eran rosas y nunca eran de color blanco.

Ese año le regalaron a mi madre un calendario con fotos de santos. Y en el mes de septiembre aparecía la foto de San Pío de Pietrelcina. Al día siguiente de mi petición al padre Pío, llegué a mi casa y al entrar vi (realmente no me lo podía creer) una rosa blanca. Sólo había una rosa blanca. Entonces le pregunté a mi madre por qué había comprado esa rosa blanca (ella desconocía completamente la petición que yo le había hecho a padre Pío). Mi madre me respondió que esa rosa no la había comprado, sino que una señora (que se encontraba luchando contra un cáncer ya muy avanzado) se la había regalado por comprar otras flores. Sólo le regaló esa rosa, y además, de color blanco.

Mi madre, al llegar a casa, decidió ponerla junto a la imagen del padre Pío. Le pregunté por qué la había puesto ahí y no supo darme una explicación. Simplemente se le ocurrió dejarla ahí. Viendo esa rosa blanca sentí una gran paz. Tuve la certeza de que el padre Pío me regaló esa rosa porque él ya me consideraba su hija espiritual antes de que yo se lo pidiera, solo que con este gesto me lo hizo saber.

Durante estos diez años han pasado muchas cosas, pero siempre he visto como el padre Pío me ha cuidado y ha intercedido por mí, como un verdadero padre.