Me llamo Marcos y soy de Argentina. Crecí como católico creyendo siempre que mi religión era heredada, mi familia era católica y yo, por tanto, había heredado este catolicismo.

Un día, cuando tenía 32 años, empecé a encontrarme mal, sentí unos dolores muy fuertes en la cabeza y perdí la sensibilidad de la mitad del rostro. Cuando los médicos estudiaron mi caso, me diagnosticaron un tumor benigno que estrangulaba el nervio trigémino, por lo que mi sensibilidad se veía afectada y me provocaba dolor. Un dolor que no cesaba nunca, era constante y se hacía insoportable, creo que ha sido el dolor más fuerte que he sufrido hasta ahora.

Unos años antes de que esto sucediera sentía la necesidad de aprender a rezar el rosario, pero nunca lo hacía. Además, la figura del Padre Pío comenzó a estar presente por todas partes. Entraba en internet y allí estaba, iba a algún sitio y me encontraba con su foto colgada de una pared, caminaba por la calle y me ofrecían una estampita con su imagen. Entonces decidí investigar sobre quién era este hombre de barba, que se me aparecía por todas partes. Y a medida que fui conociendo su historia, me fue cautivando. Así fue como empecé a acercarme un poco más a la que, hasta ahora, había sido mi religión heredada. A través de este fraile que cuando le preguntaron quién era afirmó: “yo solo soy un pobre fraile que reza”.

 Una vez que me diagnosticaron el tumor, los dolores se fueron intensificando cada vez más. Yo decidí, entonces, refugiarme en oraciones al Padre Pío y en el rezo del Santo Rosario. Además, ofrecí mi dolor diario a Jesús, como supe que hacía el Padre Pío. Me resigné a vivir así, con este dolor, hasta que me recomendaron un tratamiento con rayos (que se utiliza para este tipo de lesiones) y me dijeron que me ayudaría sin necesidad de operar. Comencé este tratamiento y el tumor dejó de crecer. En el primer control de revisión que me hicieron los médicos, a los cuatro meses de comenzar el tratamiento, se dieron cuenta de que el tumor había reducido su tamaño un 50% y, a los ocho meses, el doctor me avisó de que el tumor se había reducido hasta quedar en un puntito. Él mismo se asombró del resultado y llegó a decirme que no había visto otro caso igual, es más, me aseguró que la mejoría en estos casos llevaba años y que nunca se reducía tanto este tipo de tumor como se había reducido el mío.

Yo acudí con fe al Padre Pío, le pedí que intercediera por mí en todo este proceso doloroso y me refugié en la oración diaria del Santo Rosario. Cualquiera es libre de pensar lo que quiera, pero yo, sinceramente, creo que fueron estas dos cosas las que me hicieron que volviera a tener una vida normal.