¡Hola! Mi nombre es María Taveras y tengo 23 años. Quiero compartir mi historia con vosotros sabiendo que, esto que me ha ocurrido, es porque Dios lo ha permitido y así lo ha querido.
Desde muy pequeña sentí siempre esa compañía especial de Dios y de la Virgen María, también del Ángel de la Guarda. En mi día a día hablaba con ellos en mi interior porque tenía la certeza de que ellos me escuchaban, me veían y yo sabía que estaban ahí.
Cuando tenía 7 años conocí a una amiga que practicaba otra religión distinta a la católica. Ella me insistía para que yo me cambiara a su religión, tanto, que llegué incluso a asustarme. Pero siempre sentí algo dentro de mí que me decía: “busca tú la verdad y no la busques fuera de mí; hazlo en oración”.
Yo no podía comprender que mi amiga no amara a la Virgen María sabiendo que ella le amaba tanto, aunque este pensamiento siempre me lo reservé para mí.
El 20 de octubre del año 2020 mi vida dio un giro de 180 grados. Hasta este día estuve casi tres años sin poder dormir bien y con una sequía espiritual muy fuerte. Tuve ataques del enemigo, sufrí muchos dolores y me horrorizaba que llegara la noche porque aquí estos sufrimientos se intensificaban. Yo le pedía al Señor que me ayudase y, a veces, le cuestionaba por qué permitía que me pasara esto a mí. Y sabía que no estaba bien preguntarle a Dios el por qué, pero necesitaba saber por qué me estaba sucediendo a mí.
Después de haber vivido un ataque espiritual fuerte, empecé a pedirle al Señor que me ayudase con dirección espiritual. No me importaba lo que me pudiera pasar a mí, ahora solo quería vivir por y para Él. Necesitaba que él pusiera a esta persona en mi camino porque era la única forma de poder llegar a la verdad. Así lo sentía en mi interior y así se lo pedí.
Un día, hablando con una amiga, le conté lo que me estaba ocurriendo y ella me aconsejó hablar con un sacerdote. Empecé a buscar entonces con qué sacerdote consultar mi `problema´ pero no encontraba al que necesitaba, hasta que una mañana, mi amiga me dijo: “María, tengo un amigo que es sacerdote y creo que te puede ayudar, lo que pasa que lo han enviado de misión y no sé en qué ciudad está”.
Mi amiga llamó al sacerdote y le contó mi caso. Él le dijo que quería hablar conmigo y cuando me citó descubrí que estaba de misión en mi ciudad, lo habían enviado aquí hacía muy poco tiempo. Hoy es mi director espiritual.
Cuando llegué esa mañana a la iglesia, había más gente. Por lo que le pedí que atendiera a todos y me dejara para la última. Así lo hizo.
Estuvimos charlando durante una hora y media, y además aproveché para hacer uso del sacramento de la confesión. Durante esta conversación fue el propio sacerdote quien me habló del Padre Pío, me enseñó quién era y además, me obsequió con una reliquia (en ese momento lloré mucho). Pero sentí que durante toda nuestra charla la Virgen María y el Padre Pío estuvieron presentes.
El sacerdote, además, me aconsejó ver una película sobre el Padre Pío y me invitó a rezar su novena. Sin embargo, era incapaz de rezarla, siempre había algo que me despistaba y me impedía terminarla. Así que nunca la pude hacer.
A los pocos días, mi director espiritual me comentó que después de la misa, unos hermanos se iban a quedar a adorar a Jesús Sacramentado y si quería, podía quedarme con ellos. El sacerdote me dio una oración y me dijo: “recítala en tu interior” y así lo hice. Comencé a recitar esta oración y conforme pasaba el tiempo, empecé a sentir sudores, náuseas, dolores y ataques. Me dolían los huesos, la cabeza, el estómago y los ojos. Cuando me trajeron a casa, me fui a mi cuarto, me arrodillé y comencé a dar gracias a Dios por lo que había pasado, aunque aún sentía malestar. En ese momento me acordé de la novena de Padre Pío. La saqué de mi mochila y comencé a rezarla. Sentí, entonces, una descarga inmediata y empecé a llorar. Reconocí que los malestares que había sentido se estaban alejando de mí por intercesión del Padre Pío de Pietrelcina. De pronto, la habitación se impregnó de un fuerte olor a rosas. Entonces brotó de mí un agradecimiento a Dios, a la Virgen María y a mi querido Padre Pío, sentí que ellos estaban allí de manera especial, acompañándome.
He querido compartir mi experiencia para demostrar el poder que tienen las novenas, siempre y cuando se hagan con amor y devoción. Padre Pío nos enseña a amar a la Virgen y a ser devotos de ella. También a amar la Eucaristía y ser obedientes a la voluntad de Dios.
San Pío de Pietrelcina, ruega por nosotros.
Hermoso testimonio, de como Dios trabaja en nuestras vidas y como Maria Santísima y el Padre Pío interceden en nosotros para encontrar la verdad
María, gracias por tu testimonio, no te imagina lo importante que es para muchas personas, llena corazones de esperanza. Dios te bendiga.